El MRR sigue dependiendo principalmente de la mano de obra humana
La razón de ello es sencilla. Ninguna otra alternativa ha sido capaz de ofrecer el mismo nivel de habilidad avanzada para comprender de forma estratégica y adaptarse de manera cognitiva a este complejo ecosistema en el que estos trabajadores realizan su actividad. Hasta ahora, nada puede funcionar o adaptarse tan rápido como un ser humano.
Por lo tanto, la misión de un típico científico de la robótica debería ser la de reducir de forma decisiva los riesgos a los que se enfrentan los operadores humanos dentro de la cadena de valor del MRR. Para ello, pueden intentar integrar robots colaborativos en la ecuación de la cadena de valor.
Creo que Europa debería dar un ejemplo disruptivo para que todo el mundo lo siga abrazando estas nuevas prácticas laborales que se sirven de la tecnología para preservar la salud pública.
Si se logra dar este gran salto técnico y científico, podríamos ver la utilización masiva de robots colaborativos en multitud de aplicaciones, desde la agricultura hasta la generación de energía.
La próxima generación de robots colaborativos que probablemente veamos estará equipada con habilidades físicas y cognitivas. Para que estos robots puedan llegar a implantarse de manera eficaz en los sitios en los que se llevan a cabo los trabajos de mantenimiento, es fundamental comprender rápidamente las prácticas laborales y las limitaciones operativas. Estos robots tendrán que captar los objetivos y, al mismo tiempo, transformar lo menos posible la forma de trabajar de los operarios humanos.
Para que tenga exito la colaboración entre humanos y robots será necesario superar las principales barreras relacionadas con el manejo competente de los robots por parte de los humanos. Ante todo, no es razonable pedir a los trabajadores humanos que adquieran conocimientos de programación robótica o de intercambio automático de información a través de la codificación.