Desglobalización cancelada
A medida que la pandemia del COVID-19 ponía patas arriba las sociedades de todo el mundo, hubo cada vez más personas que comenzaron a predecir el fin de la globalización (o esperaban que así fuera). Algunos de los argumentos esgrimidos parecían totalmente plausibles. Una de las ecuaciones más citadas decía que a cadena de suministro más corta, mayor seguridad de suministro. Pero claro, del dicho al hecho hay mucho trecho. En realidad, los números nos cuentan una historia completamente diferente. Nunca antes se habían transportado tantas mercancías por todo el mundo.
Las empresas mantuvieron un firme control de sus cadenas de suministro globales e incluso tuvieron que hacer frente a los retrasos tras la crisis del COVID-19. Una encuesta personal y no representativa realizada entre una docena de empresas suizas reveló, por ejemplo, que los proveedores chinos sólo fueron sustituidos en casos aislados. La división global del trabajo sigue siendo una de las medidas más eficaces para combatir la pobreza en los países en desarrollo y emergentes, escribía recientemente un columnista en el periódico suizo NZZ1.
Los particulares también desempeñaron su papel en esta globalización, ya que utilizaron el dinero que normalmente habrían gastado en viajar y comer fuera en la compra de más bienes físicos, dando un mayor impulso al comercio mundial.
La globalización como oportunidad para el cambio climático
Un estribillo común es que la globalización es incompatible con la sostenibilidad y el cumplimiento de los criterios ESG (medioambiente, social y buen gobierno). Sin embargo, hasta la fecha no hay pruebas convincentes de que un mundo localizado sea más sostenible que uno globalizado, algo que aún no está claro y donde el impacto de la globalización en el cambio climático sigue siendo objeto de debate.
Por otra parte, existe un amplio consenso sobre la necesidad de adoptar medidas globales para frenar el cambio climático. La reafirmación del Acuerdo de París por parte de EE.UU. ha dado un impulso adicional al llamamiento a la acción.
La forma más sencilla y rápida de conjugar la globalización y el cambio climático es reforzar la fijación de precios del CO2. Europa, que cuenta con el mayor mercado de certificados de CO2 del mundo, es la punta de lanza en este ámbito. Sin embargo, todavía estamos en el inicio de este proceso, porque hasta la fecha sólo los productores de electricidad han estado sujetos a los precios del CO2. El siguiente paso, si la aprobación internacional lo permite, es ampliar los precios del CO2 al transporte de mercancías por mar, aire o carretera. Los sectores de la construcción y la agricultura serán probablemente los siguientes en hacerlo.
El poder de los mercados financieros
La medida en que la industria se replantea y reimagina a sí misma puede observarse en el sector energético. Las principales empresas del sector han utilizado los beneficios obtenidos del negocio del crudo para diversificar su exploración de las energías renovables. El hecho de que este alejamiento de los combustibles fósiles haya sido impulsado por la presión de los inversores no lo hace menos significativo. Si el planeta pudiera elegir a su santo patrón, los mercados financieros estarían en la lista, ya que influyen en los costes de capital de las empresas y, por tanto, contribuyen a fijar el rumbo estratégico del futuro. De hecho, el sector energético ha escuchado a los mercados financieros y se ha protegido para no perder más importancia en las bolsas de valores de la que ya ha sufrido. Recordemos que hace 15 años el sector energético todavía constituía alrededor de un tercio de las empresas del S&P 500; el año pasado, su cuota se había reducido a sólo un 5%.
Otro ejemplo: cada Opel que sale de la fábrica es valorado por los mercados financieros en 9000 francos suizos de media. En el caso de un Tesla, la valoración media es de 1 millón de francos suizos. Una diferencia tan llamativa en el valor de mercado debe hacer saltar las alarmas en las salas de los consejos de Detroit, Wolfsburgo, Múnich y Stuttgart. A fin de cuentas, todos los fabricantes de automóviles deberían aspirar a una valoración de las proporciones de Tesla. También aquí, el poder de los mercados financieros dejará huellas indelebles en los boletines de calificaciones de los actores establecidos.