¿Qué desarrollos o reacciones en las bolsas de valores le han sorprendido más tras el brote de la pandemia de coronavirus?
Lo más sorprendente fue la rapidez con la que se derrumbó el mercado. En el caso del S&P 500, por ejemplo, fue la corrección más rápida jamás registrada, no digo la más fuerte, pero sí la más rápida. Apenas hubo tiempo para reaccionar. Lo que también sorprendió fue la celeridad con la que los gobiernos lograron aprobar los paquetes de ayuda. Y los gobiernos supieron reaccionar con rapidez porque han comprendido perfectamente el mecanismo de la crisis. El confinamiento significa que las empresas y los hogares pierden ingresos porque están cerrados los negocios y las fábricas. Sus gastos, sin embargo, continúan, por lo entran bastante rápido en dificultades de liquidez. Los gobiernos han proporcionado rápidamente liquidez, lo que es una buena señal. Creo que esta celeridad también es una lección aprendida de la crisis financiera de 2008.
Se espera que la economía global se contraiga de forma significativa en 2020. ¿Cuáles son los requisitos más importantes para evitar una crisis económica prolongada?
Para este año pronosticamos una contracción del 3,6% del PIB global. La principal razón es un desplome masivo en el segundo trimestre que arrastra hacia abajo el crecimiento medio de todo el año, incluso si observamos una recuperación significativa en el tercer y cuarto trimestre. Consideramos que las medidas de política fiscal y monetaria anunciadas hasta la fecha son suficientes para evitar una depresión económica. Ahora que se está levantando el confinamiento creemos que el crecimiento volverá de forma relativamente rápida. Esto requiere, naturalmente, que se pueda contener la propagación del virus y que se consiga controlar una segunda ola de infección. Un segundo requisito es que las medidas de apoyo sean suficientes para evitar un número masivo de quiebras. Si las empresas sobreviven al confinamiento pueden reabrir los negocios y las fábricas y la actividad económica puede ir normalizándose. Sin embargo, si las empresas quiebran durante la crisis, entonces no habrá vuelta a la normalidad y podríamos experimentar una crisis económica prolongada. El crecimiento, por el momento, se ha detenido, pero con el mix de medidas adecuado el daño no tiene por qué ser duradero.
Cree que las empresas reorganizarán sus cadenas de suministro tras la crisis del coronavirus para hacerlas más resilientes a las crisis, aunque los costes relacionados graven sus beneficios y el precio de sus acciones?
Sí, lo creo. Piense solo en la guerra comercial entre China y EE.UU. y en los aranceles impuestos el año pasado. Lo que hace ahora la pandemia es acelerar este proceso.
Los bancos centrales ya seguían una política monetaria extremadamente laxa antes de la crisis del coronavirus. Ahora están proveyendo liquidez adicional a la economía. ¿Cómo podría o debería ser una gradual «vuelta a la normalidad»?
Las inyecciones de liquidez son una medida temporal y se pueden abandonar tan pronto como se normalice la actividad económica. La situación es diferente en lo que respecta al nivel general de los tipos de interés y al volumen de los balances de los bancos centrales. Aquí hemos visto que incluso después de muchos años, los balances están tan inflados como siempre y que los bancos centrales, con excepción de la Reserva Federal, no han podido subir los tipos de interés. En nuestra opinión existen varios factores que hacen improbable la llamada normalización. El primero es la evolución demográfica, el envejecimiento de la población corre parejo con el retroceso de las tasas de crecimiento nominal y los tipos de interés de equilibrio. El segundo es la deuda. Con una deuda pública en aumento se necesitan bajos tipos de interés para mantener bajo control los costes del servicio de la deuda. Por lo tanto, prevemos que las medidas de emergencia se suspenderán de forma relativamente rápida una vez que haya terminado la fase aguda de la crisis. Sin embargo, esperamos que los tipos de interés se mantengan bajos durante un buen rato y que los balances de los bancos centrales no disminuyan de forma significativa.